Un estudio psicológico sobre la relación entre alimentación y contenido onírico ha sido erróneamente interpretado en medios internacionales como prueba de que el queso provoca pesadillas, pese a no contar con respaldo clínico ni demostrar causalidad directa, advierten especialistas.
La investigación, publicada este mes en la revista Frontiers in Psychology, se basó en percepciones autoinformadas de más de mil personas sobre cómo ciertos alimentos afectarían su sueño. Aunque algunos participantes mencionaron productos lácteos entre los factores asociados a sueños vívidos o inquietantes, el estudio no incluyó evaluaciones médicas ni pruebas controladas, y solo un 5,5% de los encuestados dijo percibir una relación entre alimentos y contenido de sus sueños.
El trabajo consistió en una encuesta online sobre sus hábitos alimentarios, calidad de sueño, estado de salud y características oníricas. No se trató de un estudio clínico ni experimental.
La nutricionista y doctora en nutrición humana Montserrat Victoriano, académica de la Universidad de Concepción, que se encuentra realizando estudios asociados al sueño y productos lácteos tras revisar el estudio advierte que no se puede atribuir un efecto directo a ningún alimento sobre las pesadillas. “Por el contrario los estudios, aunque con una potencia variable, tienden a decir que una dieta balanceada que incluye productos lácteos está relacionada con una mejor calidad de sueño.
Requiere validación
La profesional aclara que, aunque los autoinformes son válidos para obtener resultados y llegar al objetivo propuesto, tienen que ser interpretados con cautela, por los sesgos asociados (memoria, respuesta deseable, dificultad de introspección etc).
Asegura que con los antecedentes actuales, no es posible considerar valedera una relación causal entre el consumo de lácteos y efectos neurológicos o del sueño sin una evaluación clínica ni un control riguroso de variables. “Se se requiere validación con estudios clínicos, mediciones objetivas, replicación de hallazgos. Sin esto cualquier conclusión debe hacerse desde una posibilidad y no como un facto”.
La Dra. Victoriano observa que el estudio no tiene baja rigurosidad metodológica, y los autores declaran los sesgos. Sin embargo, reconoce que la forma como la información es presentada en los medios de comunicación “sugiere que el queso «provoca» pesadillas de manera universal, cuando lo que los autores dicen es que las intolerancias alimentarias, como la intolerancia a la lactosa, pueden presentar una mayor probabilidad de tener pesadillas”.
La especialista enfatiza que la intolerancia a la lactosa, que es mencionada en las publicaciones de prensa como una de las razones para el supuesto vínculo del queso con las pesadillas, se diagnostica mediante historia clínica, evaluación dietética y pruebas específicas que evalúan la capacidad del cuerpo para digerir la lactosa. “La intolerancia a la lactosa se debe a una actividad insuficiente de la enzima lactasa, que provoca síntomas gastrointestinales tras el consumo de lactosa presente en los productos lácteos. Hay varios tratamientos y no sólo excluir los productos lácteos. El autodiagnóstico nos puede predisponer a limitar nuestra ingesta de alimentos sin que sea necesario, lo que podría contribuir a genera deficiencias a largo plazo. Si se tiene la sospecha es mejor consultar”, advierte.
Referencia histórica
Victoriano realizó en 2022 un estudio para conocer los efectos de consumir una taza de leche pre-sueño sobre la duración y calidad de este en los adultos mayores. Esta y otras investigaciones la hicieron merecedora del premio concurso Sochinut Gracias a la Leche de ese año.
Uno de los aspectos metodológicos más relevantes del trabajo publicado en Frontiers es que, si bien participaron más de mil personas, solo 59 declararon percibir que la comida influía en sus sueños, lo que representa apenas el 5,5% de la muestra. Aun así, a partir de ese pequeño subgrupo se hicieron análisis descriptivos sobre los tipos de alimentos mencionados, entre ellos los lácteos. Esa base, según la Dra. Victoriano, no permite realizar afirmaciones generalizables. “Lo más importante es entender que esta investigación evalúa percepciones subjetivas y no es concluyente. Su valor está en generar hipótesis, no en confirmarlas”, señaló.
De hecho, el queso es mencionado en la introducción del paper solo como una referencia histórica, vinculada a una antigua tira cómica del dibujante Winsor McCay. En esa historieta, publicada a comienzos del siglo XX, los protagonistas culpaban al queso derretido de sus sueños extraños. Esa anécdota dio pie a la hipótesis exploratoria del estudio, pero no implicó que los autores trabajaran directamente con queso ni que lo asociaran causalmente a pesadillas.
Según detalla la académica, estudios anteriores han demostrado que las características del sueño, incluyendo la frecuencia de pesadillas, pueden estar asociadas a múltiples factores, como la calidad de la dieta, la presencia de trastornos digestivos, el estrés, la ansiedad, y hábitos de alimentación nocturna, entre otros. “Las pesadillas pueden aumentar, por ejemplo, en personas que comen tarde en la noche, especialmente si presentan problemas gastrointestinales o intolerancia a ciertos alimentos. Pero no se puede afirmar que un alimento específico las cause directamente en personas sanas”, explica.
Respecto del rol de la comunidad científica y de los medios de comunicación frente a la desinformación, Victoriano es clara: “Las instituciones y profesionales deberíamos mantenernos actualizados y generar instancias de transferencia de conocimientos. Ser una especie de filtro científico ante la desinformación o las conclusiones livianas. De la misma manera los medios de comunicación debieran verificar con profesionales idóneos la veracidad de las afirmaciones. En algunas ramas de la ciencia, la respuesta a una hipótesis simplemente es: ‘todavía no sabemos’”