Se extiende en 24 meses el plazo para fortificar leche con vitamina reguladora del sistema inmune

La entrada en vigencia de la fortificación de los lácteos con vitamina D –un nutriente esencial en aspectos como el funcionamiento del sistema inmune, el crecimiento y desarrollo en edad infantil y la salud de mujeres en edad fértil– se postergó por otros 24 meses, de acuerdo a la disposición emanada en los últimos días desde el Ministerio de Salud.

 

La medida comenzaría a ser aplicada a partir de julio de este año, tras el término de un período de preparación de dos años, pero por cuestiones técnicas se volvió a otorgar un nuevo plazo de vacancia. Las autoridades señalaron que, a diferencia del anterior decreto, se requiere que la verificación de la fortificación se de en todas las leches líquidas y en polvo (además de las harinas), y no en el alimento utilizado como materia prima.

 

“La encuesta nacional de salud de 2017 evidenció la deficiencia de vitamina D en las personas, distinguiendo entre esa población a las mujeres en edad fértil y a las personas mayores, sin diferencia de sexo, concluyendo que existe severa deficiencia, que se debe a distintas causas (…), derivando en la prevalencia del sedentarismo, elevada presencia de obesidad, lo que se asociada a diversas patologías que van desde la salud mental a enfermedades autoinmunes”, señaló la ministra de Salud, Ximena Aguilera, en un oficio.

 

La fortificación de los lácteos es una estrategia para  revertir el profundo déficit que registra la población chilena de este nutriente de alto valor biológico, y cuyos niveles han descendido hasta porcentajes de entre un 70 por ciento y un 85 por ciento en algunas regiones, según constatan múltiples informes recientes.

 

En el caso de los niños, esta brecha es, en promedio, de un 70 por ciento, mientras que un 13 por ciento de las mujeres en edad fértil alcanza la insuficiencia severa.

 

La académica del Departamento de Nutrición de la Universidad de Chile, Verónica Sambra (uno de los autores del libro Lácteos, Nutrición y Salud, impulsado por el programa Gracias a la Leche del Consorcio Lechero, en conjunto a investigadores de diversas universidades locales), explicó que la vitamina D es un nutriente esencial para el fortalecimiento del sistema inmune, lo que podría derivar en que poblaciones de riesgo sean más propensas a sufrir consecuencias negativas por enfermedades de tipo viral.

 

“Lo que se ha observado en el caso de los niños y niñas es que su déficit podría derivar en un mayor riesgo de sufrir enfermedades de origen viral. Además de otras condiciones como el raquitismo. Del mismo modo, debido a que la vitamina D juega un papel primordial en la regulación de la secreción de insulina y su déficit parece conferir un mayor riesgo de desarrollar diabetes mellitus, se ha pretendido analizar la prevalencia del déficit de vitamina D en nuestra población de niños con diabetes de tipo 1. No hay que olvidar que se trata de un elemento que es muy importante en el crecimiento y desarrollo”, dijo la nutricionista.

 

Aunque la evidencia acumulada en la pandemia del coronavirus no fue concluyente al respecto, múltiples estudios exploraron la probabilidad de que el suplemento de dosis altas de vitamina D pudiera representar una alternativa promisoria para tratar la infección por COVID-19. Esta hipótesis se basó en la acción antiinfecciosa e inmunomoduladora que ejerce este elemento, mejorando las barreras intercelulares por estímulo de la inmunidad innata, así también por modulación de la inmunidad adaptativa.

 

De acuerdo a algunos investigadores, la vitamina D también podría reducir la producción de citoquinas inflamatorias como IL-2 e interferón gamma (INF-γ), mientras que ya habían sido demostrado múltiples efectos pleiotrópicos sobre las acciones de la vitamina D a nivel antiinflamatorio e inmunomodulador. Esto explica resultados positivos en anteriores estudios con influenza, coronavirus y otras infecciones respiratorias.

 

Las principales fuentes para obtenerla en la alimentación son de origen animal. Las encontramos, por ejemplo, en el aceite de hígado de pescado, en los pescados azules -como el salmón, las sardinas, el arenque y la caballa-, en la yema de huevo y en los lácteos enteros o enriquecidos. La capacidad de absorción o síntesis de la vitamina D puede variar según diversos factores como la edad de la persona, ciertas enfermedades y los fármacos que se tomen.

 

Solo se obtiene del sol y fuentes animales

 

La vitamina D se presenta de dos formas: la vitamina D2 o ergocalciferol, que solo se obtiene a través de los alimentos, y la vitamina D3 o colecalciferol, que se sintetiza en la piel a través de los rayos del sol, además de obtenerse a través de la dieta. Ambas formas de este nutriente tienen los mismos efectos en el organismo.  Se considera que podemos llegar a obtener hasta el 90 por ciento de la vitamina D que una persona necesita a través de los rayos del sol.

 

Se trata de un micronutriente con un efecto muy importante para el organismo y la mejor manera de obtenerlo es con la radiación del sol que llega a la piel. Los alimentos, en forma natural, prácticamente no disponen de ella, y los que tienen no son de consumo masivo. Por eso, es fundamental que el aporte de esta vitamina comience desde el nacimiento, que, en el caso chileno, es una política pública de salud que data de hace más de 40 años

 

El último estudio elaborado por el INTA y las universidad Católica y Finis Terrae, en ciudades como Antofagasta, Santiago, Concepción y otro previo en Punta Arenas, confirmó que los niveles de vitamina D en niñas y niños de todo el país se encuentran descendidos en un 70 por ciento y el déficit supera el 85 por ciento en zonas australes, donde la radiación solar es menor.

 

De acuerdo a la Encuesta Nacional de Salud para el período 2016-2017, un 84 por ciento de las mujeres entre 14 y 49 años muestra indicadores insuficientes y un 13 por ciento alcanza una deficiencia severa.

 

Para la nutricionista Verónica Sambra, existe consenso en la comunidad científica que las cifras son alarmantes, debido al impacto que tiene este elemento en múltiples mecanismos fisiológicos. Previo a los indicadores que arrojaron los estudios poblacionales, se pensaba que el déficit era menos severo y que tampoco estaba tan extendido en términos de rangos etarios.

 

Uno de los mayores problemas se da entre la población infantil, pues la vitamina D es un nutriente esencial para que puedan crecer sanos y fuertes. De hecho, también asociado al consumo de leche, es fundamental para favorecer la salud ósea, asegurando que el cuerpo absorba y retenga el calcio y el fósforo, ambos críticos para el desarrollo de los huesos.

 

“En Chile se da mucho que la población escolar, a medida que crece, va dejando de consumir lácteos, como leche o yogurt, y los reemplazan por té. Incluso hay casos donde toman café, maté u otras hierbas, lo cual es muy perjudicial porque la leche es una de las mejores fuentes de calcio y, al mismo tiempo, necesitamos de ese nutriente esencial para absorber el calcio”, apunta la académica de la Universidad de Chile.

 

La combinación entre leche y vitamina D es también crucial para la prevención del raquitismo, una enfermedad de ablandamiento de los huesos que puede afectar a los niños, especialmente en los primeros dos años de vida. La deficiencia de este nutriente también aumenta el riesgo de fracturas óseas en niños mayores, adolescentes y adultos, y se han descrito múltiples efectos biológicos en todos los sistemas y órganos del cuerpo.

 

“En el caso del calcio, podríamos pensar que los pescados y mariscos son una buena opción de reemplazo, pero también sabemos que su consumo sigue siendo bajo en nuestro país”, acota la investigadora. Desde el comité científico del programa Gracias a la Leche plantean que, más que una relación causa-efecto, el impacto patológico de la deficiencia de vitamina D se da a nivel de asociaciones: por ejemplo, pacientes de esclerosis múltiple evidencian bajos índices y deben ser suplementados.

 

En Chile, entre la etapa preescolar y los 18 años, el consumo disminuye hasta la mitad, de acuerdo a cifras del Consorcio Lechero respecto a la ingesta interna de este alimento. Diversos estudios internacionales evidencian que en la transición entre la infancia y la adolescencia se produce una caída de las dos o tres porciones sugeridas por los especialistas, principalmente entre los seis y 13 años.

Consecuencias en adultez

 

Los hallazgos que evidenciaron los últimos estudios poblacionales coinciden, igualmente, con la realidad que se encontró en otros países latinoamericanos que registran datos sobre los niveles de vitamina D, entre ellos México (no todos disponen de evaluaciones detalladas sobre el desafío). El problema, según los especialistas es de alcance global. También afecta, por cierto, a uno de los grupos poblacionales más numerosos: los adultos mayores

 

Verónica Sambra plantea que muchos de ellos dejan de consumir leche porque piensas que, al no estar en crecimiento, no lo necesitan. Sin embargo, la evidencia muestra que el consumo de lácteos y vitamina D es relevante para conservar la densidad mineral ósea que se obtiene en etapas tempranos de la vida. En algunos casos, hay una percepción sobre eventuales problemas gastrointestinales, asociados a la baja ingesta antes de este período.

 

Inconvenientes similares se observan en mujeres embarazadas, que pueden verse complicadas por un bajo consumo de calcio y vitamina D, obligando a tener que suplementarias para mantener una adecuada formación del feto. Las personas con obesidad, en tanto, exhiben dificultades asociadas al exceso de tejido adiposo: al ser este macronutriente esencial de carácter liposoluble, se produce un atasco en regiones con exceso de grasa, que también demanda una suplementación.

 

“Esperamos que la gente entienda la necesidad de consumir vitamina D, que también tiene impacto en una condición de alta prevalencia, como la depresión y complicaciones del estado anímico. Una vez que la fortificación se extienda el objetivo es que la gente prefiera alimentos que aporten este nutriente.”, enfatiza la académica de la Universidad de Chile.

Actualmente, Chile, el país con mayor incidencia de obesidad de América Latina, registra un consumo per cápita anual de casi cien litros por debajo de la que tienen en promedio los países desarrollados y al menos 30 litros por debajo del parámetro considerado como recomendable por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y también las Guías Alimentarias del Ministerio de Salud.

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