Chile no solo disminuyó en cerca de un diez por ciento su consumo de leche en el último año, sino que además ha aumentado su distancia respecto a las recomendaciones de Naciones Unidas y el estándar registrado por las poblaciones de países desarrollados.
En relación a naciones europeas, por ejemplo, esta brecha es más de cien litros per cápita al año. Mientras, su comparación con el mínimo óptimo establecido por la FAO (la agencia para la Alimentación y Agricultura de la ONU) se acerca progresivamente a los cincuenta litros.
Chile, de acuerdo a la medición realizada por la Oficina de Estudios y Políticas Agrarias (ODEPA) el año 2022, pasó de 155 a 140 litros per cápita al año. Esto supone un descenso de 20 litros respecto al 2021, el año donde se observó la más alta ingesta en lo que va del siglo.
La recomendación FAO es de 190 litros por año y algunas poblaciones europeas, como Noruega o Suecia, están cerca de los 250 litros. La cifra es incluso inferior a la de otras naciones latinoamericanas, como Argentina, que exhiben menores indicadores de desarrollo y seguridad alimentaria.
Científicos nacionales, que se dieron cita en un simposio en la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, advirtieron que el descenso está marcado por la expansión de mitos y desinformación en la materia, y sus impactos de largo plazo a la salud pública podrían ser importantes.
Rodrigo Valenzuela, académico de la casa de estudios públicos, y quien fue parte de la organización del encuentro, señaló que existe inquietud en la comunidad científica, médica y académica porque acciones de desinformación están influyendo de forma importante en la conducta de la población, lo que podría derivar en futuros problemas de salud pública.
“Estamos muy preocupados porque hay mucha información dando vuelta sobre alimentación, nutrición y salud que no tiene sustento científico, y que es generalmente emitida por personas que no tienen formación en el área. Por lo tanto, la información que se entrega a los consumidores, pacientes y población en general no es verídica, y en muchos casos ni quiera se ha estudiado”.
El especialista nacional remarcó que resultará fundamental fortalecer la educación a los profesionales e impulsar acciones de divulgación con miras a que el conocimiento llegue a una mayor cantidad de ciudadanos. Esto debido a que muchos de los mensajes asociados a nutrición y prácticas alimentarias, en el actual contexto de conectividad y penetración de plataformas digitales, se caracteriza por su falta de base científica.
“La evidencia es clara y contundente respecto a que los lácteos no producen inflamación, son protectores en el embarazo, infancia y salud cardiovascular, entre otros beneficios. Necesitamos, por eso, que la gente aumente su consumo, y no que lo disminuía. Esto está ocurriendo con muchos otros productos que son fundamentales para aportar nutrientes básicos y proteínas de alto valor biológico”.
La nueva versión de las Guías Alimentarias para Chile (un documento que establece recomendaciones de largo plazo para el diseño de políticas públicas en la materia) recomienda ingerir tres porciones de leche al día, especialmente en niños y adolescentes. El consumo es igualmente relevante en mujeres embarazadas y en lactancia como también en otros grupos etarios, por ejemplo, en los adultos mayores, que en Chile están aún más lejos de lo recomendado, y solo un tercio del segmento cumpliría el estándar, según un estudio realizado por las universidades de La Frontera, Católica del Norte y San Sebastián.
Economía y desinformación
Actualmente, el sector lácteo local está impulsando acciones de sustentabilidad con el propósito de alcanzar su carbono neutralidad antes del año 2050. A través del Consorcio Lechero y en colaboración con el Ministerio de Agricultura y la Agencia de Sustentabilidad y Cambio Climático han certificado como predios sustentables a los primeros cien planteles productores desde Valparaíso a Los Lagos.
Octavio Oltra, gerente general del organismo sectorial, señaló que pese al impacto de la desinformación asociada a los productos de origen animal, el principal factor que explica la caída en los últimos dos años tiene que ver con el deterioro de la economía. Aun cuando Chile sigue estando fuera de la recomendación internacional, en 2021 se alcanzó el mayor consumo desde que el indicador es medido: 161 litros equivalentes (la suma de la leche y subproductos).
Los 140 litros de 2022 nos sitúan como un país de ingesta medio, estando por debajo, en la región, de Uruguay y Argentina, que se ubican más cerca del estándar FAO. Los niveles más altos se dan en países nórdicos, Europa y Oceanía (Nueva Zelanda y Australia). De esta forma, Chile se encuentra entre las naciones de consumo medio, siguiendo una tendencia ascendente desde el 2000 que tuvo un freno en los últimos dos años.
“Se considera que sobre 180 litros es una situación ideal en términos nutricionales y de salud pública. Nos queda un largo trecho por recorrer como país para llegar a ese nivel, que permite lograr impactos positivos para la población, principalmente en tres grupos: embarazadas, niños y personas de la tercera edad. Las cifras, por el contrario, muestran que estamos llegando con muchas dificultades a las dos en promedio”.
Sin embargo, aunque el principal factor del descenso en lo inmediato obedece a factores económicos, en el largo plazo también se proyecta como relevante mejorar la información que se transmite a la población, en línea con recientes políticas públicas como los sellos nutricionales, exponen desde el Consorcio Lechero.
Todo esto, además, en sintonía con las recomendaciones de organismos multilaterales a escala global, que incorporan a los lácteos como un alimento sustentable: de alto valor biológico y acotado impacto productivo y en su distribución
“Es algo preocupante porque los organismos internacionales coinciden en que se trata de un alimento fundamental para la dieta de la población mundial en el contexto de la crisis climática. Pero también en el presente, por las amenazas a la seguridad alimentaria, que, si bien han afectado a Chile, ha sido un impacto menos significativo que otras naciones de la región, afortunadamente”, dijo Oltra.
El simposio Lácteos Nutrición y Salud, en el marco del Día Mundial de la Leche Escolar, fue organizado por el comité científico de lácteos del programa Gracias a la Leche, del Consorcio Lechero. En la cita se efectuaron siete conferencias, que abordaron evidencia científica reciente, la situación de consumo a nivel local y las recomendaciones nutricionales dispuestas por las nuevas Guías Alimentarias para Chile.
El Día Mundial de la Leche Escolar es una iniciativa de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), adoptada el año 2000, con el objetivo de promover las propiedades de los lácteos en la infancia y su impacto nutricional para un adecuado desarrollo físico y óptimo desempeño académico.
Proteínas de alto valor
El consumo de leche en la población es considerado como un indicador de desarrollo y bienestar a nivel global. Según la FAO, el promedio de los países desarrollados es de 240 litros, y las naciones con un bajo nivel de desarrollo no superan los 80. En América Latina, Argentina supera los 187 litros. La FAO ha alertado recientemente sobre la importancia de los alimentos de origen animal, entre ellos la leche, como fuente clave de nutrientes.
Para algunos de los científicos presentes en el reciente simposio en la Universidad de Chile, parte de la caída en los niveles de consumo de productos lácteos en la población se dan en un entorno de creciente desinformación al respecto. Uno de los más extendidos es el de que los seres humanos son la única especie que consume leche de otro animal.
Verónica Sambra, nutricionista de la casa de estudios pública y quien abordó el impacto de esta situación en el contexto de las enfermedades crónicas, aclaró que la explicación frente a esta premisa es clara: se trata de revertir el déficit de algunos nutrientes y complementarlos con productos de origen animal.
“Uno de los mensajes que escuchamos es que no podríamos consumir nada de origen animal y que el ser humano es el único mamífero que lo hace. No tiene que ver con eso, sino con requerimientos. Sin la leche de vaca y otros productos de origen animal no logramos cubrir nuestros requerimientos nutricionales. Y si no se consume, la persona debe recibir suplementación”, afirmó Sambra.
Martin Gotteland, académico del Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos de la Universidad de Chile, señala que la desinformación se expande con mensajes atractivos, pero poco sólidos desde la perspectiva científica. Además de explorar y fortalecer la disponibilidad de productos lácteos, el investigador apunta a contar con mejor evidencia científica fundamentalmente a nivel local, determinando tanto las propiedades positivas como también sus impactos negativos, inherentes a cualquier tipo de alimento.
“Hay muchas ideas preconcebidas sobre la leche, entre ellas que somos los únicos animales que consumen leche de otra especie. Claramente eso no es cierto: cualquier animal que se mamífero, ave o reptil lo va a consumir, por la sencilla razón de que no va a desperdiciar una excelente fuente de proteína. La única limitante para ellos es que no pueden ordeñar la vaca. No veo por qué, desde esa lógica, no podría seguir consumiéndola”, comentó .
Consumir proteína láctea contribuye a aumentar la respuesta de la insulina en las personas con diabetes del tipo 2, a la vez que los lácteos bajos en grasa se han asociado inversamente con la glicemia y la presión arterial. Algunos estudios han sugerido que el consumo de productos lácteos se ha asociado con menor riesgo de hipertensión, coagulopatía, enfermedad coronaria y accidente cerebrovascular.
La nutricionista Dafne Arenas, de la Unidad de Programas Alimentarios del Ministerio de Salud, quien expuso acerca de las novedades de los programas de alimentación complementaria, opta por evitar hablar de desinformación en la materia. Sin embargo, a su juicio, en el contexto de la amplia oferta de alimentos, sí hay un gran impacto de personas que asumen un rol influyente sin tener base científica de respaldo.
“Su opinión influye mucho, y las iniciativas asociadas al conocimiento científico son escasas y con poca difusión. Sería importante acercar esa evidencia a la población y sin duda podemos avanzar. No hablaría de desinformación, pero sí podemos tomarlo desde otro punto de vista: como profesionales de la salud estamos llamados a ser agentes positivos y difusión de conocimiento”.
“Quizás nos faltan las herramientas para hacerlo más atractivo, y ahí es donde ha tomado relevancia personas que, sin fundamento, pero teniendo esas herramientas, llega a más gente. Y también está muy arraigado el concepto de alimentos malos o demonizados, versus comer una variedad de alimentos que nos haga sentir bien, independiente de si comemos chatarra. Nos falta luchar, pero con la evidencia correspondiente”, enfatizó la especialista del Minsal.
A nivel de política públicas, desde la introducción de la medida de entregar leche gratuita a los niños, a inicios de la década de los ’70, los lácteos han sido relevantes para prevenir la desnutrición y también proporcionar, por medio de la fortificación, vitaminas que están por debajo de los niveles recomendados, entre ellas la de la Vitamina D, la más reciente.