Ventiladores, aspersores y hasta un sistema de alarma por celular están introduciendo los productores de leche en Chile para detectar y controlar los episodios de estrés calórico que pueden afectar a su ganado. Esto, ante las olas de calor que se están registrando cada vez con mayor frecuencia en nuestro país a consecuencia del cambio climático.
Así lo expresó María Alejandra Viedma, médico veterinario, coordinadora de Producción de Leche del Consorcio Lechero, organización que agrupa a entidades del sector.
Explicó que las temperaturas ambientales por encima de los rangos que las vacas pueden tolerar sin alteraciones se traduce en una serie de consecuencias. Entre ellas la disminución de su producción de leche en volúmenes que para el común de los productores en Chile puede significar una importante caída en sus ingresos.
Para evitar esta situación, se está promoviendo la adopción de una serie de medidas tendientes al bienestar animal, verificables mediante el programa de certificación de predios lecheros sustentables que recientemente se ha puesto en marcha en el país.
La temperatura en que los bovinos pueden vivir sin experimentar dificultades se mueve entre los -5 y hasta los 25 grados Celsius. Por encima de esta cifra comienzan a sentir los efectos del calor. Con mayor o menor intensidad según la incidencia de otros factores ambientales como humedad, ventilación y radiación solar.
MENOS LECHE
A diferencia de los caballos, los humanos y otros animales, las vacas no sudan, y se valen de otros mecanismos para responder a las temperaturas por sobre su nivel de tolerancia natural. Esto les demanda consumo de energía que se distrae de su producción de leche.
Aumentan su frecuencia respiratoria y su metabolismo para ir refrescando la sangre mediante la circulación del aire en su cuerpo. Cuando este proceso no es suficiente para restablecer su estado normal, comienzan a jadear. Lo que indica que entran en fase de riesgo.
El estrés calórico afecta de dos maneras a las vacas lecheras, por un lado, en la reducción del consumo de alimento, y por el otro en una disminución en la eficiencia de conversión de alimento a leche.
Esta última se da por un incremento en los requerimientos de mantenimiento debido a la activación de procesos termoregulatorios para mantener la homeotermia. Esta energía extra utilizada para la termorregulación contrarresta otros procesos fisiológicos como la producción de leche, parámetros reproductivos y salud.
Las vacas en estrés calórico sufren un balance energético negativo ya que el consumo de alimento no cubre las necesidades energéticas de mantenimiento ni de lactación.
La disminución del consumo de alimento explica solo un 36% de la disminución de producción de leche, la cual puede caer hasta un 35-40% con respecto a la situación de no estrés. La reducción del consumo de alimento se da un día después de comenzado el estado de estrés calórico, mientras que la disminución en la producción de leche en los dos días posteriores. La mayor caída se da luego de 48 horas de iniciado este cuadro.
Por otra parte, cambios en el metabolismo postabsortivo y la partición de nutrientes explicarían el resto de la disminución de leche. Entre los cambios fisiológicos más importantes durante la situación de estrés se puede mencionar un aumento en el uso de la glucosa (principal precursor de la lactosa de la leche en glándula mamaria) por parte de los tejidos periféricos, como consecuencia de un aumento en los niveles de insulina y la sensibilidad a la misma.
VENTILADORES Y ASPERSORES PARA REFRESCAR
En Chile, se calcula que el estrés calórico puede disminuir la producción de leche de una vaca en cantidades que van desde el medio litro hasta los tres litros al día. Esto significa que una pérdida máxima de 3 litros por cada animal, en un rebaño mediano, de 200 ejemplares, durante 30 días, podría provocar una merma total de hasta 7 millones de pesos.
Pero no es la única consecuencia que perjudicaría el patrimonio, ya que, se ha comprobado, indica María Alejandra Viedma, el estrés calórico afecta también a la cría que gesta la vaca. Ella nacerá con una talla menor a la que habría tenido de no mediar esta circunstancia y su capacidad de producción de leche también será inferior.
Si no se controla oportunamente, el estrés calórico puede deteriorar severamente la calidad de vida de las vacas e incluso llevarlas a la muerte.
Su principal efecto es el aumento de la incidencia de laminitis, inflamación que se concentra en las pezuñas, y mastitis, en las ubres.
Para maximizar la pérdida de calor corporal, las vacas tienden a pasar más tiempo paradas para incrementar la superficie corporal para disipación del calor. Debido a esto, durante episodios de estrés calórico se incrementa la probabilidad de ocurrencia de laminitis, principalmente cuando los animales permanecen parados más de 45% del día.
También se ha reportado que una disminución en el tiempo de echado reduce la producción de leche. Por cada hora que se reduce el tiempo de echada, la producción de leche disminuye 1.7 kg/día por vaca.
En Chile, el tema ha sido abordado sistemáticamente por el Consorcio Lechero desde 2014, cuando realizó un estudio que constató que el estrés calórico era un fenómeno de ocurrencia probable en las zonas de lechería donde se dan mayores temperaturas. Principalmente, entre Santiago y el Biobío.
De manera histórica, esta situación se encuentra prevista por la mantención del ganado bovino dentro de establos que lo resguarda de exposición al sol. A ello se está agregando la instalación de ventiladores y aspersores de agua.
ALARMA DE ESTRÉS CALÓRICO EN CELULARES
Al sur del Biobío, donde las vacas no pasan la mayor parte del tiempo en establos, se procura que en los días de mayor calor se ubiquen donde haya árboles que les proporcionen sombra que les ayude a regular su temperatura corporal.
Asimismo, se han instalado mallas que las resguarden del sol en espacios donde permanecen para actividades como la ordeña y se les asegura el acceso a agua fresca en todo momento.
Y dado que temperaturas mayores a las constantes históricas también se están registrando al sur del Biobío, se está recomendando recurrir de la misma manera allí a ventiladores y aspersores.
Reconociendo la repercusión que puede tener el estrés calórico en la producción lechera, se han diseñado instrumentos que permitan detectarlo y prevenirlo. Como un disco de cartón, con datos de temperatura, humedad y otros, que al operarse manualmente indica cuándo puede presentarse un evento de estas características. De modo que se tomen las medidas adecuadas oportunamente.
Actualmente, la Universidad Austral, con el apoyo de la Fundación para la Innovación Agrafia, FIA, y la filial chilena de la multinacional sueca DeLaval, se encuentran desarrollando un sistema de alerta temprana y monitoreo de estrés calórico que puede ser instalado como aplicación en los celulares.
María Alejandra Viedma señala que los productores han manifestado interés por este dispositivo y disposición a pagar por su utilización.