La directora de la Escuela de Nutrición y Dietética de la Universidad de Chile, Karen Basfi-Fer, advirtió acerca del impacto que el consumo excesivo de nutrientes inorgánicos pueden tener sobre la salud renal de las personas. Los distintos trastornos que afectan la estructura y el funcionamiento de los riñones podrían llegar a afectar hasta el 12 por ciento de la población del planeta.
Este tipo de elementos, de origen artificial, son habitualmente utilizados como aditivos o ingredientes de alimentos ultraprocesados o suplementos, y pueden tener impacto en procesos fisiológicos, aunque funcionan distinto que el fósforo orgánico o el calcio contenido de manera natural en los alimentos que son necesarios para los seres humanos. Los lácteos, la carne, los pescados y mariscos, y los huevos son las principales fuentes de proteínas de alto valor biológico y nutrientes necesarios como el hierro, calcio o fósforo orgánico, que tienen importantes beneficios para la salud humana, enfatizó la especialista.
“Un ejemplo de esto es el fósforo, que es muy difícil de regular en la enfermedad renal y cuya acumulación es dañina. Sin embargo, existen dos tipos de éste: el orgánico, que viene de los alimentos, y el inorgánico, que viene de ingredientes o aditivos de los ultraprocesados. Ese es el fósforo que nos tiene que preocupar”, dijo la profesora Basfi-Fer, quien es una de las autoras del libro Lácteos, Nutrición y Salud, que recopila evidencia sobre el consumo de leche.
Este proyecto de divulgación (impulsado por el Comité Científico de Lácteos del programa Gracias a la Leche de Consorcio Lechero, integrado por investigadores de diferentes universidades chilenas y centros de investigación) está actualmente en desarrollo para su segunda versión, y la directora de la Escuela de Nutrición y Dietética de la U. de Chile es la autora del capítulo dedicado a la relación entre los lácteos y la salud renal. Se trata de un campo con amplia evidencia reciente y que es necesario poder aportar a la sociedad, subrayan los académicos.
Una de las patologías que afectan a los riñones con mayor prevalencia en el país es la enfermedad renal crónica, asociada a la diabetes tipo 2 y otras condiciones crónicas no transmisibles, que se caracteriza por ocasionar un profundo daño a estos órganos. Si bien el consumo de lácteos para pacientes que están diagnosticados con este trastorno debe ser controlado y supervisado por nutricionistas, debido a su alta presencia de fósforo, no hay contraindicación de su ingesta sino más bien una regulación de la cantidad ingerida. Esta, por el contrario, es incentivada.
“De todos modos se promueve el consumo de lácteos, pero con la particularidad de que sean semidescremados, que son aquellos con la mejor relación de miligramos de fósforo por gramo de proteína. Sin embargo, esto es cuando ya la enfermedad ha sido declarada y con un importante nivel de avance. La evidencia reciente da cuenta de que en fases iniciales los lácteos incluso podrían tener ventaja, más aún al ser fortificados con vitamina D”, sugiere la científica de la Universidad de Chile.
De acuerdo al Ministerio de Salud, las enfermedades renales crónicas –también conocidas como ERC– agrupan a un conjunto heterogéneo de patologías con el potencial de alterar durante al menos tres meses la función y/o estructura renal (compartimiento glomerular, intersticial o vascular). A nivel mundial, la OMS calcula que hasta un 13 por ciento de la población podría presentarla.
En Chile, las etapas avanzadas de los síndromes renales, que se consideran de alto riesgo cardiovascular, tienen una prevalencia del 2,7 por ciento general. La cifra se dispara a un 12 por ciento cuando se considera solo el grupo de individuos que se somete a controles de salud cardiovascular en la atención primaria del sistema público (factores como la etnia o el nivel socioeconómico son igualmente un factor para la incidencia de estas condiciones).
Sin embargo, aun en fases iniciales, la ERC ocasiona una morbilidad mucho mayor que la población general, lo cual supone un problema de alto impacto en la salud pública chilena debido a la alta prevalencia de factores de riesgo en la población, entre ellos obesidad, diabetes y malos hábitos de vida, de acuerdo a organismos oficiales.
El factor protector de los lácteos
Cuando hay hipertensión arterial y diabetes es mucho más factible que las personas avancen progresivamente a un mayor daño renal. De hecho, en el caso de los pacientes con diabetes, su presencia en la dieta diaria se recomienda debido a que contribuye a aumentar la respuesta de la insulina. También hay evidencia respecto a un mejor control metabólico y un menor riesgo de hipertensión.
Específicamente, su relación protectora respecto a la enfermedad renal radica en que uno de los mayores impactos a los riñones es causado por la inflamación crónica, una respuesta inmunitaria anormal, en la que el proceso inflamatorio no termina cuando debería, o que aparece cuando no hay una infección o una herida.
Según muestran recientes estudios, tendrían una relación inversa con marcadores de inflamación, incluso en individuos con obesidad y sobrepeso (uno de los factores clave en la propia inflamación y la diabetes tipo 2).
Y más aún: una investigación impulsada por académicos del Comité Científico de Lácteos arrojó que el consumo de queso, uno de los lácteos predilectos por la población del país, se relacionaría con un menor nivel de obesidad, precisa Karen Basfi-Fer.
“Cuando hay hipertensión arterial y diabetes, también es mucho más factible que las personas progresen a un daño renal. Los lácteos, en ese contexto, son una buena alternativa. El yogur, por ejemplo, disminuye la interleuquina 6 (una citoquina clave en el sistema inmunitario), que es un parámetro de inflamación. Los ácidos grasos de cadena corta (un subgrupo de ácidos grasos que regulan múltiples procesos, entre ellos la saciedad) que tienen los lácteos también disminuyen la inflamación y la grasa monosaturada”.
“Entonces –afirma la facultativa– en grupos de riesgo por enfermedad renal consumir lácteos es una estrategia para evitar la progresión de la patología a etapas más avanzadas”. En este sentido, añade, es esencial que estas recomendaciones sean orientadas por especialistas, ya que no todos los productos disponibles tienen la misma composición de nutrientes (fósforo, en este caso).
El efecto de las enfermedades renales crónicas a la salud pública se resume en que los tratamientos de diálisis y trasplantes podrían llegar a representar el 25 por ciento del presupuesto anual del régimen de Garantías Explícitas de Salud (GES). Más allá de lo económico, los estudios citados por el Ministerio de Salud en documentos oficiales mostraron que los eventos cardiovasculares en etapas avanzadas de ERC podrían ser hasta cuatro veces mayores que en la población general.
Evidencia contra la desinformación
Una piedra o un cálculo renal es una pieza sólida de material que se forma en el riñón debido a sustancias presentes en la orina. Puede ser tan pequeña como un grano de arena o tan grande como una perla. La mayoría de las piedras renales se eliminan del cuerpo sin ayuda médica. Se tiende a asociar su aparición con los lácteos, una premisa que carece de fundamento científico y puede ocasionar más problemas que beneficios, expone la académica.
“Hay algunos especialistas que recomiendan limitar el consumo de lácteos. No obstante, hay que precisar que los cálculos renales se producen mucho más por el calcio de suplementos que por el calcio alimentario. Tenemos que tener muy claro que la principal fuente de calcio son los lácteos y las personas adulta lo necesitamos para funciones del sistema nervioso, la contracción muscular y otros procesos fisiológicos”.
“Esto significa que el calcio proveniente de suplementos es mucho más precursor de cálculos que la propia leche”.
Las proteínas de alto valor biológico son fundamentales en distintas etapas de la vida, pero especialmente en la edad infantil, y esas las encontramos en la leche: vitaminas del complejo A, la D y la A, también el calcio. Todo esto aumenta el valor nutricional de los lácteos y contribuye al desarrollo integral del niño y a prevenir diversas condiciones tanto de su salud como de carácter social.
En Chile, grupos prioritarios como niños y niñas, mujeres embarazadas y personas mayores no consumen las tres porciones diarias de lácteos sugeridas por las Guías Alimentarias, un documento de referencia del Ministerio de Salud elaborado por científicos chilenos. “Es fundamental difundir los beneficios de los lácteos, especialmente en edades tempranas”, opina la directora de la Escuela de Nutrición y Dietética, Karen Basfi-Fer.
“Vemos hoy con preocupación fenómenos como la difusión de planes alimentarios, dietas y tips en redes sociales. Nos preocupan los influencers o personas que están siempre tratando de dar mensajes no basados en evidencia científica. Habitualmente escuchamos el concepto de súper alimentos, porque no hay ningún alimento que por sí solo nos pueda dar una excelente salud. Y por otro lado, se satanizar otros, cuando lo importante es precisar las cantidades y frecuencias con la que los ingerimos. Una dieta saludable es una dieta variada”.
La académica de la Universidad de Chile relata que se está haciendo cada vez más frecuente que personas lleguen preguntando a consultas médicas sobre el potencial efecto cancerígeno de algunos alimentos, entre ellos los lácteos. Esto es una situación que representa un riesgo debido a que aportan nutrientes específicos en etapas en las que no se puede prescindir de ellos, tales como péptidos o proteínas del suero de la leche que tienen efectos positivos para la salud renal, la hipertensión y la prevención de la inflamación.